Desde la Federación quisimos abordar un tema que no es nuevo y que acompaña desde hace tiempo a nuestra organización.

La sociedad que hemos heredado, y de la que formamos parte, continúa categorizando el papel que, como personas, en función de que seamos hombres y mujeres, debemos desarrollar. Aunque hemos avanzado, aún hay modelos que perduran y condicionan en muchos casos el desarrollo personal del individuo. Romper esos moldes en los que se nos encasilla por cuestiones culturales, de raza o de género no es fácil y supone una gran dosis de valentía personal en algunas ocasiones.

Con las niñas y los niños ocurre algo similar. Las madres y los padres partimos de modelos familiares, educativos o sociales que van dentro de nuestro bagaje  cultural, de los que no siempre somos conscientes a la hora de interactuar en familia.

Aunque el avance social hacia la igualdad, conseguido a través de luchas a lo largo de la historia, ha supuesto un gran logro, aún perduran cánones y modelos establecidos que están arraigados en el día a día de nuestro modelo de sociedad, en nuestras escuelas y en el ámbito familiar que aún debemos superar. Ser conscientes de esa carga que trasladamos requiere ser muy críticos con nosotros y nosotras.

Es necesario revisar nuestro comportamiento como padres y madres y evitar que, en la educación y en el trato con nuestros hijos y nuestras hijas, continuemos trasladando condicionantes que impidan su desarrollo personal. No tengamos miedo a la diferencia, en la diversidad y en el respeto a la misma está el progreso de la  sociedad.

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