La figura del Psicólogo Educativo en los centros educativos: una imperiosa necesidad. José Antonio Luengo Latorre, Decano del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. Catedrático de Enseñanza Secundaria, especialidad de Orientación Educativa. Cuenta Twitter: @jaluengolatorre Si hoy, en cualquier calle, acercándonos a las personas que pasan a nuestro lado por la acera, les preguntásemos, uno a uno, sobre la necesidad de contar con psicólogos en los centros educativos en el momento en que nos encontramos, casi con toda seguridad, prácticamente todos los consultados responderían de manera afirmativa. Por no decir, pecando de prudencia, que todos. Todo lo vivido en estos últimos tres años ha evidenciado nuestra fragilidad como organización social en muchos aspectos, pero, de modo singular, en lo relativo al modo en que cuidamos nuestra salud mental. Los dramáticos impactos del confinamiento y de la pandemia han traído consigo, asimismo, consecuencias inquietantes en el modo en que las personas concebimos y consideramos nuestras vidas y la manera en que interpretamos sus demandas y respondemos a las mismas. Y, por supuesto, han mostrado la quiebra del bienestar psicológico en poblaciones especialmente vulnerables. Aunque no solo. Los efectos de daño y desajuste emocional y psicológico que observamos en la actualidad en la infancia y adolescencia afloran de manera significativo en el día a día, en su cotidiano hacer y ser. Y son visibles en los centros educativos sin solución de continuidad. No todo lo que vemos y ocurre es consecuencia de lo experimentado recientemente. La investigación venía alertando desde hace mucho sobre la necesidad de reflexionar con seriedad sobre el mundo que estamos creando y las consecuencias en la salud mental de nuestros niños, niñas y adolescentes. “Los centros educativos representan un espacio privilegiado para cambiar la mirada de la sociedad y crear esperanza a través de la acción. Es ahora cuando hay que actuar. Sin complejos. Con generosidad, mirada sensible y proyección. Lo sabemos. El sistema educativo requiere de una profunda exploración de áreas especialmente sensibles para su ajuste a una realidad que sabíamos que iba a llegar. La salud mental de un buen número de nuestros chicos, al menos en alguno de sus espacios de desarrollo, se muestra quebrada, y necesitada de una mirada renovada, limpia, innovadora. Cercana. Resulta imprescindible abrir una vía de profundización en esta materia en el sistema educativo, que contemple diferentes dimensiones revisión de cultura, estructura, prácticas y recursos. A saber: El análisis y valoración de los recursos materiales y personales necesarios en esta nueva realidad. Porque esto de lo que hablamos ya lleva tiempo siendo una evidencia innegable: la educación reglada no es solo una cuestión de buscar exclusivamente el mejor encuadre para impartir docencia y disciplinas. Se trata de colaborar en el proceso de acompañar a niños y adolescentes en su crecimiento, en su desarrollo integral, en el descubrimiento de la vida, de hacerse camino en ella… Y de crear vínculos organizados y psicológicamente cercanos que proporcionen estabilidad y seguridad emocional. Vínculos, lazos y relaciones interpersonales que habiliten espacios adecuados e inequívocos donde expresarse, con confianza, tranquilidad y certidumbre. Espacios de conexión que garanticen el cruce saludable de miradas que abre mentes y corazones. Especialmente, cuando las cosas no van bien, cuando nos sentimos inseguros, frágiles, quebradizos. Con compromiso. Porque es necesario pensar en la necesidad de configurar plantillas con recursos personales suficientes y especializados para abordar la educación del siglo XXI. En el que ya casi hemos cumplida una cuarta parte de este. La revisión (y, en su caso, cumplimiento) de los principios, fines y contenidos programáticos y curriculares establecidos legalmente. Porque es imprescindible analizar, revisar y reformular las necesidades de la infancia y la adolescencia en el contexto actual. Porque no todo debe entenderse desde el prisma del resultado académico. Porque hemos de aproximarnos a principios éticos y comprometidos del éxito para todos. Con equidad y equilibrio.” (Luengo-Latorre, 2003[1]). El papel de los centros educativos y del profesorado es imprescindible para que seamos capaces de afrontar el reto actual en los contenidos que estamos tratando (Luengo-Latorre, 2022[2]). Necesitamos su respuesta sensible. Pero también la adecuada ayuda y acción proactiva de las administraciones en proveer a los centros educativos de los recursos adecuados, entre otros importantes, de los especialistas en Psicología educativa. Nos situamos ante un panorama que va a requerir respuestas extraordinarias. Porque es extraordinario lo que se está viviendo. Entre todos hemos de contribuir a acondicionar e impregnar este espacio del humanismo más sincero y comprometido. Integrada en el sistema de una manera racional, colaborando codo a codo con otros perfiles profesionales ligados al ámbito de la orientación educativa, la figura del Psicólogo educativo tiene trayectoria y recorrido, en nuestro país y en Europa, suficiente y señalado por la evidencia científica para ser tomada en consideración de una vez. Como nota ilustrativa y ejemplo, una buena muestra de ese recorrido conceptual y experimental está representada por las siguientes referencias: El rol del Psicólogo de la educación. Francesc Campos[3] (1995). Psicólogos en el sistema educativo en Europa. Adaptado por María Antonia Álvarez Monteserín[4] (2002) Los Psicólogos educativos europeos se movilizan se defensa de su profesión[5] (2010). El psicólogo educativo en Europa. José Antonio León[6] (2011). Pasado, presente y futuro del Psicólogo/a educativo (2013[7]). El psicólogo como profesional esencial en el sistema educativo. Andrea Ollero[8]. (2015). La salud mental se juega en las distancias cortas. Y estas distancias, esenciales, se concretan de manera esencial en el día a día de nuestros chicos y chicas en los centros educativos. También en otros escenarios, por supuesto, pero, de manera fundamental entre pasillos y aulas. Allí ocurre casi todo. “Las comunidades educativas representan un espacio de enseñanza-aprendizaje en el que la relación interpersonal y los modelos de convivencia suponen un elemento esencial en el aprendizaje para la vida. El alumnado con trastornos emocionales y determinadas dificultades ligadas a la salud mental están en nuestros centros. Y se alimentan de las claves de gestión de las relaciones que operan en la convivencia cotidiana, en los modos de lectura e interpretación de la vida y en los modelos de trato, gestión de conflictos, consideración y respuesta a las eventualidades del día a día y capacidad para solicitar ayuda cuando no parecemos contar con recursos suficientes para superar determinadas experiencias vitales.” (Luengo-Latorre, 2022[9]). Ya en 2010, y en colaboración con muy diferentes colectivos implicados, como Federaciones de Padres y Madres y Asociaciones de Directores de centros educativos, entre otras, el Consejo General de la Psicología de España desarrolló un buen número de acciones ante el Ministerio de Educación a los efectos de abrir las vías de diálogo y negociación que permitiesen la creación de la especialidad de Psicología educativa dentro del cuerpo de profesores de enseñanza secundaria. Esta iniciativa, sólida y argumentada suficientemente, no acabó cuajando en medidas concretas por parte de la administración educativa. Sin dejar de dar pasos en el sentido señalado, más de diez años después se ha puesto de manifiesto otra vez la imperiosa necesidad de abordar, esperemos que, de manera definitiva, la cuestión planteada. La web[10] “Bienestar educativo.org” da cuenta de las iniciativas puestas en marcha, otra vez por un buen número de organizaciones, con el fin de volver a incardinar en la agenda política las demandas de mejora del sistema educativo, entre otras medidas, por supuesto, con la incorporación de la Psicología educativa en la estructura de recursos y programas de incuestionable necesidad en el momento actual. Porque, “la Infancia y adolescencia llevan dando serios avisos de que las cosas no están bien” (INFOCOP, 2023[11]). Los resultados de la investigación son claros: el 50% de los trastornos psicológicos de las personas tienen su origen antes de los 15 años. Desde los tres años nuestros chicos y chicas asisten y están en los centros educativos 175 días al año y en torno a siete horas diarias. Todos, sin excepción. Por lo tanto, hablamos de un escenario fantástico para pensar en la pertinencia de tomar en consideración, con seriedad y estabilidad la inaplazable implementación de actuaciones de prevención, en sus diferentes niveles y ámbitos, en el contexto de la salud mental al que nos referimos. Por poner algún ejemplo de que no hablamos de una “moda” o de un contenido emergente exclusivamente tras la pandemia vivida durante estos últimos tres años, la Catedrática de la Universidad del país vasco, Maite Garaigordobil[12], ya esgrimía en 2009, en su artículo “El papel del Psicólogo en los centros educativos” incontestables argumentos en favor de la incorporación de esta figura profesional en el sistema educativo; con el siguiente literal: “El psicólogo es una figura clave en el desarrollo funcional y equilibrado de un centro educativo en todos los niveles: Educación Infantil, Primaria, Secundaria y Bachillerato-FP. Su función prioritaria es atender y fomentar el desarrollo psicológico en todos sus componentes -psicomotriz, intelectual, social, afectivo-emocional- y en los 3 agentes principales del sistema educativo (alumnos, padres y profesores). Desde esta perspectiva, el trabajo del psicólogo implica dos grandes objetivos: 1) aportar un análisis psicológico de diversas situaciones (evaluación); y 2) proponer planes de acción que respondan a los análisis realizados (intervención). Con estos objetivos, contextualizados en su perfil profesional e investigador, el psicólogo lleva a cabo diversas actividades con los tres agentes del sistema educativo.” Hemos seguido avanzando. Aportando fundamentación y evidencia de la necesidad planteada. Recientemente, en el pasado mes de febrero del presente año, se celebró en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid la Jornada[13] “Salud mental en contextos educativos”. En este marco pudieron detallarse adecuadamente aspectos esenciales sobre la presión que están recibiendo en la actualidad los centros educativos con una situación que ha “brotado” tras la pandemia de manera incontestable. Y el trabajo de argumentación y convencimiento, por supuesto, ha tenido su continuidad. Relevantes Organizaciones representativas de Familias (CEAPA y CONCAPA), Estudiantes (CANAE), Profesorado (FEUSO, FSIE, STES-i), Direcciones de Centros Educativos (FEDADI) y expertas en la atención psicológica y el cuidado del bienestar de las personas (ANIR, ASITES, ACIPE, Consejo General de la Psicología), se reunieron el pasado mes de abril con el Secretario de Estado de Educación y la Directora General de Evaluación y Cooperación Territorial del Ministerio de Educación y Formación Profesional. En el citado encuentro[14] se presentaron a las autoridades ministeriales el manifiesto[15] por el bienestar de la Comunidad Educativa suscrito por las organizaciones participantes. Estamos cerca. No debemos detenernos. La necesidad de reforma de la actual estructura organizativa y de recursos de nuestros centros educativos es una evidencia. En el caso que nos ocupa, el trabajo a desarrollar pasa por conseguir la creación de una especialidad de orientación psicológica o psicología educativa en el Cuerpo de profesores de enseñanza secundaria; por supuesto, sin perjuicio de la necesidad de incremento de profesionales en la actual especialidad de orientación educativa y de la incorporación de más profesores técnicos de servicios a la comunidad. Habilitar esta opción permitiría abrir la posibilidad a las CCAA de ir convocando progresivamente y en un escalado razonable, plazas de esta especialidad en los procesos selectivos para los cuerpos docentes citados. El momento es ahora. [1] Luengo-Latorre, J. A. (2023). El dolor adolescente. Plataforma editorial. Barcelona. (P.238-239) [2] Luengo-Latorre, J. A. (2022). La prevención del suicidio: el papel de los centros educativos. Abordaje integral de prevención de la conducta suicida y autolesiva. Una mirada educativa para familias y profesionales (López- Martínez, L. F. (Coordinador). Sentilibros. 81-108. [3] Papeles del psicólogo. Recuperado de: https://www.papelesdelpsicologo.es/resumen?pii=690 [4] INFOCOP. Recuperado de: https://www.cop.es/infocop/vernumeroCOP.asp?id=1042 [5] INFOCOP. Recuperado de: https://www.infocop.es/los-psicologos-educativos-europeos-se-movilizan-en-defensa-de-su-profesion/ [6] Revista de Psicología Educativa (COP Madrid). Recuperado de: https://journals.copmadrid.org/psed/art/ed2011v17n1a6 [7] INFOCOP. Recuperado de: https://www.studocu.com/es/document/universidad-miguel-hernandez-de-elche/psicologia-de-la-educacion/el-psicologo-escolar-y-educativo-en-espana/4751364 [8] El Mundo. Recuperado de: https://www.elmundo.es/comunidad-valenciana/2015/06/03/556f2002ca4741814d8b4586.html [9] Blog de la Psicología. COP Madrid. Recuperado de: https://www.copmadrid.org/wp/salud-mental-y-centros-educativos-el-valor-de-las-distancias-cortas/ [10] WEB del Consejo General de la Psicología de España. Recuperado de: https://bienestareducativo.org/ [11] INFOCOP. Recuperado de: https://www.infocop.es/jose-antonio-luengo-infancia-y-adolescencia-llevan-dando-serios-avisos-de-que-las-cosas-no-estan-bien/ [12] Recuperado de: https://www.infocop.es/viewarticle/?articleid=2556 [13] Consultar y acceder a todas las intervenciones en el siguiente enlace: https://bienestareducativo.org/jornadas/ [14] INFOCOP. Recuperado de: https://www.infocop.es/educacion-valora-posibilidad-incorporar-psicologos-educativos-en-centros-escolares/ [15] Recuperado de: https://bienestareducativo.org/ 2819 Puntúe este artículo: 3.6 Etiquetas: escuela pública centro educativo profesionales educativos perfiles en los centros psicólogo educativo